¡Sean bienvenidos!

Es de buena educación presentarse, pero, antes que nada y primero que todo…

¡Hola, querido visitante!

Espero que estés teniendo una buena mañana, tarde o noche.

Mi nombre es María González, soy una escritora mexicana de veintiséis años. Desde pequeñita me devoraba libros gordos, fueron cortesías de la mayor de mis hermanas. Lo cierto es que le debo a ella mi pasión por las buenas historias.

A pesar de mi temprana afición por la lectura, no quise escribir cuentos sino hasta los nueve años. Soñaba con ser una escritora como J.K. Rowling o como Taylor Caldwell. Las admiraba muchísimo, eran mis modelos a seguir. Ellas eran mis amigas, sus mundos eran los míos. Pese a que tenía diez hermanos, ellas me hacían sentir que estaba menos sola en el mundo. Es bastante triste, en realidad.

Niña insegura que fui, abandoné mis pininos escritoriles a esa misma edad. Debí tener como doce años cuando escribí mi primera obra de teatro (de terror, incluía una pijamada, una ouija y una anfitriona adolescente poseída por el diablo. Seguro era muy mala, pero a mis amigas les encantó), y sólo hasta 2009 me animaría a escribir un cuento más.

Es a partir de esta fecha, que comenzaría a reconciliarme con mis propias ganas de contar historias. También le debo mucho a mi maestra de literatura de la preparatoria, Liliana Ramírez, por animarme-obligarme a escribir más. Sin su empuje inicial y comentarios de ánimo, me atrevo a afirmar que yo no hubiera iniciado a juguetear de nuevo con la pluma…

Y Bermellón no existiría.

Verán, Bermellón es mi bebé. Nació cuando era yo una escuintla adolescente de dieciséis. En ese entonces, aún no consideraba siquiera la creación de mis propias historias. Eso estaba reservado a gente que de verdad sabía lo que hacía. Por supuesto, no a mí.

Bermellón fue un chispazo de creatividad motivado por alguna tarea pasada de la escuela. Era diciembre y apenas iniciaban las vacaciones. Recuerdo que rechacé la invitación de mi mamá para asistir a una posada tradicional de rosario, ponche y ricos buñuelitos. Dado que me sentía como perro enjaulado, me senté frente al monitor de la computadora y me dispuse a teclear. La imagen que vino a mí de inmediato; fue la de una niña escondiéndose, ocultándose entre los árboles de un bosque otoñal para espiar turistas. La niña vivía en un pueblo de fervientes católicos que, por desgracia, se veían obligados a vivir del turismo y el dinero extranjero. La niña odiaba dicho pueblo y se decía a sí misma, que algún día escaparía de él.

El ejercicio me fue satisfactorio en extremo, lo confieso. Tanto, que pensé que debía continuar la historia. Pensé que no debería limitarse al contexto de un pueblo demasiado católico. Después de todo, yo crecí en un ambiente similar, ¡mi imaginación sería mi escape!

Todo esto coincidió con mis struggles de adolescente. Decidí que escribiría una historia de lesbianas. Una que no existiera y que a mí me encantara leer. Ah, tiempos aquellos, ¡los de la preparatoria!

Algo así fue mi liberación

Les juro que si leyeran el guión original, se reirían harto feo de mí. ¡Hasta yo me río de mí misma! Bermellón ha experimentado cambios mastodónticos, tanto a nivel técnico, como en el apartado argumental. Han sido para mejor. Le tengo un amor grandísimo a esta, mi primera historia seria.

Por desgracia, no siempre he sido una buena madre con mi bebé; digamos que, si fuera humana, ya se habría muerto de hambre por el abandono a la que fue sujeta. A los diecinueve la guardé en el baúl de las infamias; la declaré una porquería sin remedio, me avergoncé de llamarme ‘su autora’. Fui muy tonta en ese entonces, ni siquiera sabía que demonios debía hacer con mi vida.

Sería hasta el año 2015, que decidí darle otra oportunidad. La persona con la que andaba en ese entonces me animó a continuarla. Yo todavía creía en su amor, por lo que fue un aliciente muy poderoso.

En algún momento, todos fuimos un dulce niño de verano

Claro, que como nada es eterno, mi relación terminó en 2017. Lo cierto es que no fue una buena relación para mí. Mi capacidad creativa se resintió mucho a raíz de ello, y Bermellón fue a parar de nuevo al baúl de los recuerdos. Me dediqué a vagar en busca de mi propósito de vida y de vocación.

Es a mediados de 2019, que por fin acepto que lo que quiero hacer con mi vida, es escribir. Ser una escritora tan apasionada como lo fue J.K. Rowling, como lo fue Taylor Caldwell. La primera con el mundo de la magia, la segunda con el mundo clásico. Yo quiero hacerlo con la representación lésbica, que en la literatura es más bien escasa. Quiero dedicarme a las mujeres que aman a mujeres, a las tragedias, al drama, al amor, al pasado. A darle voz a las que no tienen voz.

Y fue así que le soplé el polvo a mi borrador borroneado de Bermellón, ¡y empecé a tomármelo en serio!

Mi novela Bermellón se acerca a su final. Terminarla es mi más grande deseo en este año. Mi meta de vida más próxima por cumplir, es verla publicada en papel. Tengan por seguro, mis queridos amigos, que jamás volveré a soltarla ❤.

Publicado por DevolaGestalt

Escritora y traductora de profesión. C'est la vie!

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